Siempre encontramos una buena excusa para tomar Helado. Pero es cierto que cuando se acerca el verano y el sol comienza a picar con más fuerza, las ganas de probar este manjar se acrecientan. Si resulta casi una misión imposible encontrar una persona que no lo conozca, aún cuesta más toparse con alguna otra que no le guste este postre.
El Helado resulta inoxidable al paso del tiempo. Como suele suceder con la mayoría de los platos clásicos cuesta encontrar una única versión sobre su origen. Lo que sí está claro es que para hallar sus inicios debemos remontarnos a tiempos muy remotos.
Muchos estudiosos de la gastronomía sostienen que este manjar se remonta a los romanos quienes preparaban un postre llamado Sorbete. Parece que Nerón era tan amante de esta receta que hacía traer nieve; la que mezclada con miel y fruta daba como resultado este plato. Sin embargo otros entendidos señalan que los chinos ya lo preparaban mucho antes utilizando un procedimiento similar.
Con el transcurso del tiempo, este postre se modernizó paulatinamente. Cada civilización a la que llegaba este manjar le aportaba su estilo propio. Se dice que Marco Polo fue el encargado de difundirlo en Italia. Luego, ese país fue el encargado de divulgarlo en todo el mundo por eso muchas personas le atribuyen a Roma la creación de este postre..
Pero para poder preparar este manjar dulce era necesario disponer de nieve para su conservación ya que las heladeras y los congeladores que facilitan esta tarea llegaron recién con la modernidad. Por esa razón, probar esta receta estaba reservada para la elite, generalmente reyes o personas vinculadas con la aristocracia.
Nuestro país pudo conocer el Helado recién en el Siglo XIX. Los primeros lugares en servir este plato dulce fueron el Café París, el Café de los Catalanes y el Café de las Armas. Debido a su éxito y su rápida expansión aparecieron progresivamente las múltiples heladerías encargadas de acrecentar el fenómeno.
Está claro que en la actualidad este postre ya no es como lo conocían las antiguas civilizaciones. Pero la esencia está intacta. Basta con mirar las carteleras de la infinidad de heladerías artesanales que tenemos a la vista para darnos cuenta de la amplia variedad que existe: desde los sabores clásicos para los más convencionales hasta los más sofisticados para los comensales más exquisitos. Pero también se encuentran los helados industriales que podemos hallar en los supermercados que poseen saborizantes artificiales y más conservantes que los anteriores. Pero más allá esta diferencia, la elaboración básica de este manjar cuenta con leche, azúcar, crema de leche y huevos. Los distintos ingredientes que le agreguemos determinarán el sabor que tendrá el producto final.
Elaborar un Helado está al alcance de cualquier persona que tenga ganas y que disponga de la materia prima necesaria. No dejemos pasar más el tiempo y pongámonos a disfrutar de esta delicia antes que se nos derrita.
domingo, 30 de octubre de 2011
La séptima de Plato Hondo
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miércoles, 26 de octubre de 2011
Narda Lepes: La mejor chef argentina de la actualidad
Su casa es un loft moderno y confortable. Allí, entre ollas, sartenes y una cámara de televisión, Narda Lepes hamacaba a su pequeña hija Leia. La niña, inquieta como su madre, no se dormía entonces la cocinera aprovechó para darle un consejo: “Vos en tu vida podés hacer lo que quieras menos decirme que algo no te gusta sin probarlo”.
Pero la espontaneidad y el carisma de Narda trascienden las fronteras de esa situación hogareña y cálida. No hace falta tener demasiados conocimientos gastronómicos para darse cuenta de que esta cocinera marca una diferencia. Hace tiempo que Narda viene dando pruebas de que es la mejor chef argentina de la actualidad.
Por algo fue la cara durante nueve años ininterrumpidos de El gourmet, la señal culinaria más prestigiosa de Latinoamérica. Allí, en el 2001, una joven inexperta en cámaras asomaba en un espacio llamado Fusión donde compartía el programa con otros cocineros más experimentados. Ella se destacaba por juntar la cocina latinoamericana con la asiática.
En el 2010, Utilísima logró llevar a Narda a sus Arcas. Esta adquisición fue muy positiva para la señal que enalteció la pantalla con el carisma y la capacidad de esta chef. En ese nuevo escenario de su vida, la cocinera afrontó el desafío de adaptar las recetas de Doña Petrona Carrizo de Gandulfo, la más importante de la Argentina en esta materia, lejos de las imitaciones burdas y con una pizca de estilo propio. Este 2011, la cocinera continúa su labor en ese canal con su nuevo programa, Lo de Narda
A pesar de ser una fanática de los utensilios y los cacharros de cocina de colección, la cocinera argentina está al ritmo de la modernidad a la que se adapta con sus propuestas. Siempre transgrede con sus programas en los que prioriza la buena cocina que requiera poca elaboración y pueda preparase en poco tiempo. Lo demostró varias veces pero específicamente en su ciclo 180º y Recetas y Secretos de Narda. Quizás a veces pueda parecer que cocina cosas inalcanzables pero ese pensamiento se derrumba cuando cualquier persona decide poner en práctica una receta de esta cocinera.
Nadie discute que en la actualidad hay chefs argentinos de excelencia como Maru Botana, Martiniano Molina, Guillermo Calabrese y así una innumerable cantidad. Pero Narda demostró y demuestra que puede trascender las barreras de nuestro país y destacarse en distintas partes del mundo. Habla una diversidad de idiomas y exhibe una amplia cultura destacándose en países como Sudáfrica, Inglaterra, Grecia, Japón, Camboya, Marruecos, Brasil, donde tuvo la posibilidad de viajar gracias a la señal de El Gourmet.
Pero Narda no es solamente una buena cocinera. Desde el 2007 demuestra su capacidad en la escritura. Primero lo hizo con su libro Comer y pasarla bien que obtuvo el galardón Gourmand World Cookbook Award en la terna Mejor libro de cocina basado en un programa de televisión. Después publicó su última obra Guía de compras donde intenta saciar las dudas recurrentes de la gente con la que se topa la autora cuando iba de compras. Esta es una prueba más de su cocina siempre abocada a saciar las necesidades de sus televidentes. Cada domingo demuestra su potencial en el diario Clarín donde tiene su propia columna junto con la inoxidable Blanca Cotta.
Hasta un reacio a la cocina se encanta ante el carisma y la presencia de esta chef. Con el talento y espontaneidad de un grande, Narda trasciende y conquista el fascinante mundo de la cocina.
A continuación, mirá a Narda en acción
Pero la espontaneidad y el carisma de Narda trascienden las fronteras de esa situación hogareña y cálida. No hace falta tener demasiados conocimientos gastronómicos para darse cuenta de que esta cocinera marca una diferencia. Hace tiempo que Narda viene dando pruebas de que es la mejor chef argentina de la actualidad.
Por algo fue la cara durante nueve años ininterrumpidos de El gourmet, la señal culinaria más prestigiosa de Latinoamérica. Allí, en el 2001, una joven inexperta en cámaras asomaba en un espacio llamado Fusión donde compartía el programa con otros cocineros más experimentados. Ella se destacaba por juntar la cocina latinoamericana con la asiática.
En el 2010, Utilísima logró llevar a Narda a sus Arcas. Esta adquisición fue muy positiva para la señal que enalteció la pantalla con el carisma y la capacidad de esta chef. En ese nuevo escenario de su vida, la cocinera afrontó el desafío de adaptar las recetas de Doña Petrona Carrizo de Gandulfo, la más importante de la Argentina en esta materia, lejos de las imitaciones burdas y con una pizca de estilo propio. Este 2011, la cocinera continúa su labor en ese canal con su nuevo programa, Lo de Narda
A pesar de ser una fanática de los utensilios y los cacharros de cocina de colección, la cocinera argentina está al ritmo de la modernidad a la que se adapta con sus propuestas. Siempre transgrede con sus programas en los que prioriza la buena cocina que requiera poca elaboración y pueda preparase en poco tiempo. Lo demostró varias veces pero específicamente en su ciclo 180º y Recetas y Secretos de Narda. Quizás a veces pueda parecer que cocina cosas inalcanzables pero ese pensamiento se derrumba cuando cualquier persona decide poner en práctica una receta de esta cocinera.
Nadie discute que en la actualidad hay chefs argentinos de excelencia como Maru Botana, Martiniano Molina, Guillermo Calabrese y así una innumerable cantidad. Pero Narda demostró y demuestra que puede trascender las barreras de nuestro país y destacarse en distintas partes del mundo. Habla una diversidad de idiomas y exhibe una amplia cultura destacándose en países como Sudáfrica, Inglaterra, Grecia, Japón, Camboya, Marruecos, Brasil, donde tuvo la posibilidad de viajar gracias a la señal de El Gourmet.
Pero Narda no es solamente una buena cocinera. Desde el 2007 demuestra su capacidad en la escritura. Primero lo hizo con su libro Comer y pasarla bien que obtuvo el galardón Gourmand World Cookbook Award en la terna Mejor libro de cocina basado en un programa de televisión. Después publicó su última obra Guía de compras donde intenta saciar las dudas recurrentes de la gente con la que se topa la autora cuando iba de compras. Esta es una prueba más de su cocina siempre abocada a saciar las necesidades de sus televidentes. Cada domingo demuestra su potencial en el diario Clarín donde tiene su propia columna junto con la inoxidable Blanca Cotta.
Hasta un reacio a la cocina se encanta ante el carisma y la presencia de esta chef. Con el talento y espontaneidad de un grande, Narda trasciende y conquista el fascinante mundo de la cocina.
A continuación, mirá a Narda en acción
domingo, 23 de octubre de 2011
La sexta de Plato Hondo
Cuando pasamos por las vidrieras de los grandes negocios podemos ver algunos árboles y adornos navideños. Aunque cueste creerlo estamos próximos a las celebraciones de Noche Buena. Ésta siempre suele ser una excelente ocasión para los amantes de la cocina que aprovechamos para demostrar nuestros dotes culinarios o por lo menos intentamos agazajar a nuestros familiares y amigos.
Uno de los reyes de esa mesa es sin dudas el Vitel toné, un plato de sabores intensos que conquista a cualquier comensal. Pero a pesar de relacionarlo fuertemente con las celebraciones de Navidad y Año nuevo, a medida que pasa el tiempo este manjar se acentúa cada vez con más fuerza en cualquier celebración o comida importante.
Al ser un plato frío es ideal para el verano. Además se trata de un manjar fácil de preparar aunque su proceso requiera un poco de dedicación y tiempo. Pero a pesar de remarcar sus virtudes no podemos dejar de reconocer que también se trata de una receta cara, privada para las personas que puedan realizar un gasto de dinero considerable.
No está demás tener presente que el Vitel Toné consiste en lonjas de peceto de ternera que puede ser hervido o cocinado en el horno. Su sabor intenso lo aporta la salsa espesa con la que se rocía la carne que resulta de mezclar atún, mayonesa, alcaparras, anchoas, sal, pimienta, vinagre, aceitunas negras y crema de leche. También se puede optar por incorporarle mostaza para acentuarle su sabor. El secreto está en dejar descansar el plato varias horas en la heladera con para que la carne se impregne de todos los sabores que le aporta el aderezo.
Como suele suceder en la gastronomía, los clásicos suelen estar atravesados por varias versiones. Cuesta encontrar un único origen o única voz sobre su historia. El Vitel Toné es un claro ejemplo de esta tendencia. Se tiene la certeza que es un plato que proviene de Europa. Muchos expertos aseguran que este plato empezó a consumirse en tiempos que coincidían con el Imperio Romano mientras que muchos otros dicen que este manjar se comenzó a saborear tiempo después.
En cuanto al lugar de nacimiento hay una disputa entre franceses e italianos. Algunos afirman que el Vitel Toné nació en Francia ya que su nombre deriva de un vocablo de ese idioma que significa carne de ternera. Sin embargo, otra versión más argumentada asegura que se trata de un plato de tradición y origen italiano que vio la luz en la región de Piamonte donde se lo conocía con el nombre de Vitello Tonatto o ternera atunada.
A pesar de este enredo de versiones encontradas, de algo no hay dudas. La historia dice que el plato llega a nuestro país gracias a la inmigración europea proveniente de Italia. De hecho, Argentina integra el ranking de fanáticos de este manjar, lo que no hace más que constatar este dato. Lo cierto es que fuera de Sudamérica cuesta encontrar este plato en las mesas.
Probablemente estamos empezando a sentir que se nos hace agua la boca. Si es así, esta es la oportunidad perfecta para ponernos a cocinar este manjar y deleitarnos.
Aprendé a preparar un Vitel Toné en pocos pasos:
Uno de los reyes de esa mesa es sin dudas el Vitel toné, un plato de sabores intensos que conquista a cualquier comensal. Pero a pesar de relacionarlo fuertemente con las celebraciones de Navidad y Año nuevo, a medida que pasa el tiempo este manjar se acentúa cada vez con más fuerza en cualquier celebración o comida importante.
Al ser un plato frío es ideal para el verano. Además se trata de un manjar fácil de preparar aunque su proceso requiera un poco de dedicación y tiempo. Pero a pesar de remarcar sus virtudes no podemos dejar de reconocer que también se trata de una receta cara, privada para las personas que puedan realizar un gasto de dinero considerable.
No está demás tener presente que el Vitel Toné consiste en lonjas de peceto de ternera que puede ser hervido o cocinado en el horno. Su sabor intenso lo aporta la salsa espesa con la que se rocía la carne que resulta de mezclar atún, mayonesa, alcaparras, anchoas, sal, pimienta, vinagre, aceitunas negras y crema de leche. También se puede optar por incorporarle mostaza para acentuarle su sabor. El secreto está en dejar descansar el plato varias horas en la heladera con para que la carne se impregne de todos los sabores que le aporta el aderezo.
Como suele suceder en la gastronomía, los clásicos suelen estar atravesados por varias versiones. Cuesta encontrar un único origen o única voz sobre su historia. El Vitel Toné es un claro ejemplo de esta tendencia. Se tiene la certeza que es un plato que proviene de Europa. Muchos expertos aseguran que este plato empezó a consumirse en tiempos que coincidían con el Imperio Romano mientras que muchos otros dicen que este manjar se comenzó a saborear tiempo después.
En cuanto al lugar de nacimiento hay una disputa entre franceses e italianos. Algunos afirman que el Vitel Toné nació en Francia ya que su nombre deriva de un vocablo de ese idioma que significa carne de ternera. Sin embargo, otra versión más argumentada asegura que se trata de un plato de tradición y origen italiano que vio la luz en la región de Piamonte donde se lo conocía con el nombre de Vitello Tonatto o ternera atunada.
A pesar de este enredo de versiones encontradas, de algo no hay dudas. La historia dice que el plato llega a nuestro país gracias a la inmigración europea proveniente de Italia. De hecho, Argentina integra el ranking de fanáticos de este manjar, lo que no hace más que constatar este dato. Lo cierto es que fuera de Sudamérica cuesta encontrar este plato en las mesas.
Probablemente estamos empezando a sentir que se nos hace agua la boca. Si es así, esta es la oportunidad perfecta para ponernos a cocinar este manjar y deleitarnos.
Aprendé a preparar un Vitel Toné en pocos pasos:
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miércoles, 19 de octubre de 2011
Nada de fútbol
Por un momento creí no haber leído bien el letrero de la puerta de entrada. Pero mis ojos me permitieron corroborar que no estaba equivocada. La luna y la agradable temperatura ambiental presagiaban una buena cena.
Al ingresar al restaurante, un cúmulo de murmullos invadió mis oídos. Había un clima de disconformidad y enojo. Un joven que se encontraba sentado casi enfrente al plasma más grande del lugar, tiraba suspiros al aire. Sus rasgos reflejaban todos los signos de la indignación. Vestía una camiseta de Racing del Apertura 2001 - con la que el equipo de Avellaneda había salido campeón luego de 35 años- zapatillas negras y un pantalón deportivo azul. Estaba acompañado por una mujer y una nena que también lucían indumentaria de La Academia al igual que la mayoría de los comensales que ocupaban casi todas las mesas del lugar. Seguramente con los suspiros que salían expulsados de su boca intentaba cambiar su suerte. O por lo menos deseaba que las pantallas que cubrían las paredes del local dejaran de mostrar diferentes pruebas de natación correspondientes a los Juegos Panamericanos que se disputan en Guadalajara para que comenzaran a reflejar el encuentro que se estaba jugando en ese momento entre Racing y San Martín de San Juan.
No era que ese programa resultara poco interesante pero el lugar se llama Locos por el fútbol, por lo que no era algo muy disparatado, ni estrambótico el pedido de esa gente. Seguramente pensaron que al elegir un sitio con ese nombre era imposible que no transmitieran un encuentro de fútbol. Pero evidentemente esa conjetura había fallado.
Los mozos caminaban a lo largo de las mesas sin advertir demasiado el descontento de los comensales. Se preocupaban por mantener el equilibrio de las bandejas que llevaban en sus manos. Los más habilidosos llevaban los platos sobre sus brazos con la misma indiferencia.
Un chico ingresó al local y se acomodó en la única mesa que quedaba libre. Tenía los mismos deseos de ver a su equipo que el resto de las personas, por lo que rápidamente comenzó a sentirse incómodo. Mientras se terminaba de acomodar, un empleado del bar temático se acercó a traerle la carta. Se fue tan fugazmente que no tuvo tiempo a hacerle referencia a su disgusto por esa situación. Apenas había podido cruzar un saludo burocrático. El partido ya había comenzado y el joven no tenía ninguna posibilidad de verlo o escucharlo porque ni siquiera contaba con un celular dotado de tecnología que se lo permitiera.
Las pizzas y las picadas eran las reinas de ese lugar. El muchacho recién llegado no tardó demasiado en elegir su pedido y se decidió rápidamente por una Calabresa. Se notaba que no quería perder tiempo. Mientras recorría el menú con la vista pensaba seriamente. Se encontraba sólo por lo que no podía descargar su bronca en ninguna persona. De vez en cuando miraba a su alrededor a las distintos comensales que compartían su sentimiento por Racing pero ninguno se atrevía a hacer algún comentario al respecto. Sólo se mostraban incómodos y disgustados.
Evidentemente tenía que hacer algo él. Cuando el empleado se acercó a tomarle la comanda, le dijo el menú elegido rápidamente, casi atragantándose con las palabras. En definitiva, ¿Qué importaba eso? Había una razón más importante. Mientras el mozo anotaba el pedido en su libreta, el chico aprovechó para hacerle una sugerencia. “¿Habrá alguna posibilidad de mirar el partido de Racing, señor?”, expresó el joven que no debía tener más de 25 años con voz temerosa. Inmediatamente, el empleado lo miró fijo como si le estuviera pidiendo una misión imposible. “Voy a ver qué puedo hacer”, le contestó con frialdad. Esas palabras quedaron resonando en su cabeza. La espera del muchacho se estaba haciendo interminable.
Una señora de unos 55 años que estaba cenando con su hija utilizó la tecnología de su Black Berry para mirar cómo iba el partido. A través de internet pudo comprobar que iban diez minutos del primer tiempo y que el encuentro continuaba igualado en cero. Pero no quiso reservarse la noticia y aprovechó un silencio para comentarlo con los demás comensales del lugar: “Muchachos, tranquilos que empatamos” El resto de las personas del lugar esbozaron una sonrisa inocente. Luego de ese acto de solidaridad, los ojos de la mujer se fijaron en las pantallas del lugar que tan sólo reflejaban pruebas de 100 y 200 m de natación. Quizás si la señora miraba fijo los monitores el canal se cambiara por telepatía, quien sabe; a esa altura cualquier cosa era válida.
De repente, se hizo el milagro. En uno de los televisores, que por cierto no debía tener más de 17 pulgadas, se comenzó a ver el partido de Racing y San Martín de San Juan. Sólo un señor de unos 60 años que se encontraba sentado enfrente de la pantalla podía ver el espectáculo con claridad. El resto se esforzaban y se resignaban a mirar lo que sus ojos le permitían.
Mientras la gente miraba el encuentro como podía, el mozo se acercó al joven que tuvo el coraje de pedirle que le permitiera ver el partido. El empleado lo miró fijo y le colocó la pizza que había elegido sobre la mesa. “Muchas gracias”, expresó el muchacho. El mozo se sonrío irónicamente y continuó con su trabajo.
Apenas finalizó el partido de fútbol aquél chico audaz abandonó el lugar dejando atrás la bronca por el empate en cero y cinco pesos de propina. Ya desde afuera del local culinario se detuvo unos segundos para mirar el cartel de la puerta de entrada al igual que lo había hecho yo cuando llegué al bar. Por lo visto, el joven pudo corroborar que el fútbol y la gastronomía no van de la mano en ese lugar.
Al ingresar al restaurante, un cúmulo de murmullos invadió mis oídos. Había un clima de disconformidad y enojo. Un joven que se encontraba sentado casi enfrente al plasma más grande del lugar, tiraba suspiros al aire. Sus rasgos reflejaban todos los signos de la indignación. Vestía una camiseta de Racing del Apertura 2001 - con la que el equipo de Avellaneda había salido campeón luego de 35 años- zapatillas negras y un pantalón deportivo azul. Estaba acompañado por una mujer y una nena que también lucían indumentaria de La Academia al igual que la mayoría de los comensales que ocupaban casi todas las mesas del lugar. Seguramente con los suspiros que salían expulsados de su boca intentaba cambiar su suerte. O por lo menos deseaba que las pantallas que cubrían las paredes del local dejaran de mostrar diferentes pruebas de natación correspondientes a los Juegos Panamericanos que se disputan en Guadalajara para que comenzaran a reflejar el encuentro que se estaba jugando en ese momento entre Racing y San Martín de San Juan.
No era que ese programa resultara poco interesante pero el lugar se llama Locos por el fútbol, por lo que no era algo muy disparatado, ni estrambótico el pedido de esa gente. Seguramente pensaron que al elegir un sitio con ese nombre era imposible que no transmitieran un encuentro de fútbol. Pero evidentemente esa conjetura había fallado.
Los mozos caminaban a lo largo de las mesas sin advertir demasiado el descontento de los comensales. Se preocupaban por mantener el equilibrio de las bandejas que llevaban en sus manos. Los más habilidosos llevaban los platos sobre sus brazos con la misma indiferencia.
Un chico ingresó al local y se acomodó en la única mesa que quedaba libre. Tenía los mismos deseos de ver a su equipo que el resto de las personas, por lo que rápidamente comenzó a sentirse incómodo. Mientras se terminaba de acomodar, un empleado del bar temático se acercó a traerle la carta. Se fue tan fugazmente que no tuvo tiempo a hacerle referencia a su disgusto por esa situación. Apenas había podido cruzar un saludo burocrático. El partido ya había comenzado y el joven no tenía ninguna posibilidad de verlo o escucharlo porque ni siquiera contaba con un celular dotado de tecnología que se lo permitiera.
Las pizzas y las picadas eran las reinas de ese lugar. El muchacho recién llegado no tardó demasiado en elegir su pedido y se decidió rápidamente por una Calabresa. Se notaba que no quería perder tiempo. Mientras recorría el menú con la vista pensaba seriamente. Se encontraba sólo por lo que no podía descargar su bronca en ninguna persona. De vez en cuando miraba a su alrededor a las distintos comensales que compartían su sentimiento por Racing pero ninguno se atrevía a hacer algún comentario al respecto. Sólo se mostraban incómodos y disgustados.
Evidentemente tenía que hacer algo él. Cuando el empleado se acercó a tomarle la comanda, le dijo el menú elegido rápidamente, casi atragantándose con las palabras. En definitiva, ¿Qué importaba eso? Había una razón más importante. Mientras el mozo anotaba el pedido en su libreta, el chico aprovechó para hacerle una sugerencia. “¿Habrá alguna posibilidad de mirar el partido de Racing, señor?”, expresó el joven que no debía tener más de 25 años con voz temerosa. Inmediatamente, el empleado lo miró fijo como si le estuviera pidiendo una misión imposible. “Voy a ver qué puedo hacer”, le contestó con frialdad. Esas palabras quedaron resonando en su cabeza. La espera del muchacho se estaba haciendo interminable.
Una señora de unos 55 años que estaba cenando con su hija utilizó la tecnología de su Black Berry para mirar cómo iba el partido. A través de internet pudo comprobar que iban diez minutos del primer tiempo y que el encuentro continuaba igualado en cero. Pero no quiso reservarse la noticia y aprovechó un silencio para comentarlo con los demás comensales del lugar: “Muchachos, tranquilos que empatamos” El resto de las personas del lugar esbozaron una sonrisa inocente. Luego de ese acto de solidaridad, los ojos de la mujer se fijaron en las pantallas del lugar que tan sólo reflejaban pruebas de 100 y 200 m de natación. Quizás si la señora miraba fijo los monitores el canal se cambiara por telepatía, quien sabe; a esa altura cualquier cosa era válida.
De repente, se hizo el milagro. En uno de los televisores, que por cierto no debía tener más de 17 pulgadas, se comenzó a ver el partido de Racing y San Martín de San Juan. Sólo un señor de unos 60 años que se encontraba sentado enfrente de la pantalla podía ver el espectáculo con claridad. El resto se esforzaban y se resignaban a mirar lo que sus ojos le permitían.
Mientras la gente miraba el encuentro como podía, el mozo se acercó al joven que tuvo el coraje de pedirle que le permitiera ver el partido. El empleado lo miró fijo y le colocó la pizza que había elegido sobre la mesa. “Muchas gracias”, expresó el muchacho. El mozo se sonrío irónicamente y continuó con su trabajo.
Apenas finalizó el partido de fútbol aquél chico audaz abandonó el lugar dejando atrás la bronca por el empate en cero y cinco pesos de propina. Ya desde afuera del local culinario se detuvo unos segundos para mirar el cartel de la puerta de entrada al igual que lo había hecho yo cuando llegué al bar. Por lo visto, el joven pudo corroborar que el fútbol y la gastronomía no van de la mano en ese lugar.
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domingo, 16 de octubre de 2011
La quinta de Plato Hondo
La cocina desprende una variedad de aromas irresistibles. Es muy agradable para nuestro olfato poder impregnarnos de distintas fragancias como el inconfundible olor a brasas que anticipan un rico asado o el perfume a especias que desprende una deliciosa salsa. Pero en la pastelería también encontramos aromas agradables como el que se percibe de los Scones recién horneados, unos manjares que pueden alegrarnos tanto una merienda como también un desayuno o un tentempié.
Si pensamos en estos bocaditos es inevitable que nos remitamos a Inglaterra, país en el que están entrañados formando parte de su ADN. Al seguir adentrándonos en la historia, inmediatamente nos podemos imaginar un reloj que marca las cinco de la tarde, la hora tradicional por excelencia para deleitarse con una rica merienda. Además podemos pensar en una enorme mesa de estilo con una tetera y un recipiente con estos deliciosos scones. Si dejamos volar aún más la imaginación podemos ver en su cabecera a la reina Victoria, como aseveran algunos documentos históricos de la época.
Pero en realidad, antes de viajar a Inglaterra, los scones vieron la luz en Escocia a fines del Siglo XVI. Algunos historiadores afirman que la palabra Scone tiene vinculación con la frase "Stone of destinity" que hace alusión al lugar donde fueron coronados los monarcas. Sin embargo, otros disienten y opinan que el vocablo deriva de la palabra alemana Schoonbrot que quiere decir pan de textura fina o de Sconbrot que hace referencia a un pan fino de suave textura.
Más allá de esta diferencia de criterios, no está demás recordar que estos bocaditos son unos panes similares a la galleta americana con más grosor. Los podemos encontrar como bollitos redondos más irregulares o más perfectos, según el gusto del cocinero. Pero también, los más osados suelen optar por darle un formato triangular respetando la misma preparación.
Si al verlos apreciamos su color dorado del exterior y al probarlos comprobamos su textura suave, podemos tener la certeza que estamos frente a unos increíbles scones. Su elaboración es muy sencilla. Con un poco de harina leudante o polvo de hornear, azúcar, manteca, huevo, crema de leche y un golpe de horno podemos tener en nuestra mesa estos ricos manjares de apariencia dorada por fuera y textura suave por dentro.
En actualidad, muchos chefs ambiciosos no se conforman con presentarlos solos y optan por rellenarlos con frutas secas, mermeladas, quesos o dátiles. Incluso algunos prefieren adaptar esta receta y elaborar scones en diferentes versiones saladas.
Quedó demostrado que hay variantes para todos los gustos. Sólo hay que poner en práctica la imaginación o simplemente ponerse a cocinar.
A continuación, aprendé a preparar unos Scones tradicionales:
Si pensamos en estos bocaditos es inevitable que nos remitamos a Inglaterra, país en el que están entrañados formando parte de su ADN. Al seguir adentrándonos en la historia, inmediatamente nos podemos imaginar un reloj que marca las cinco de la tarde, la hora tradicional por excelencia para deleitarse con una rica merienda. Además podemos pensar en una enorme mesa de estilo con una tetera y un recipiente con estos deliciosos scones. Si dejamos volar aún más la imaginación podemos ver en su cabecera a la reina Victoria, como aseveran algunos documentos históricos de la época.
Pero en realidad, antes de viajar a Inglaterra, los scones vieron la luz en Escocia a fines del Siglo XVI. Algunos historiadores afirman que la palabra Scone tiene vinculación con la frase "Stone of destinity" que hace alusión al lugar donde fueron coronados los monarcas. Sin embargo, otros disienten y opinan que el vocablo deriva de la palabra alemana Schoonbrot que quiere decir pan de textura fina o de Sconbrot que hace referencia a un pan fino de suave textura.
Más allá de esta diferencia de criterios, no está demás recordar que estos bocaditos son unos panes similares a la galleta americana con más grosor. Los podemos encontrar como bollitos redondos más irregulares o más perfectos, según el gusto del cocinero. Pero también, los más osados suelen optar por darle un formato triangular respetando la misma preparación.
Si al verlos apreciamos su color dorado del exterior y al probarlos comprobamos su textura suave, podemos tener la certeza que estamos frente a unos increíbles scones. Su elaboración es muy sencilla. Con un poco de harina leudante o polvo de hornear, azúcar, manteca, huevo, crema de leche y un golpe de horno podemos tener en nuestra mesa estos ricos manjares de apariencia dorada por fuera y textura suave por dentro.
En actualidad, muchos chefs ambiciosos no se conforman con presentarlos solos y optan por rellenarlos con frutas secas, mermeladas, quesos o dátiles. Incluso algunos prefieren adaptar esta receta y elaborar scones en diferentes versiones saladas.
Quedó demostrado que hay variantes para todos los gustos. Sólo hay que poner en práctica la imaginación o simplemente ponerse a cocinar.
A continuación, aprendé a preparar unos Scones tradicionales:
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lunes, 10 de octubre de 2011
La cuarta de Plato Hondo
Lentamente los días frescos le dejan el paso a los más calurosos. Pasamos las hojas del calendario y nos damos cuenta de que el verano está cada vez más cerca. Cuando las temperaturas son elevadas y el calor nos agobia, en lo último que pensamos es en ponernos a cocinar. Cuando llega ese momento deseamos estar lejos del calor del horno, las ollas y los sartenes. En muchas ocasiones la hora de la comida se transforma en un inconveniente.
Una de las mejores opciones para escapar despavoridamente de los fuegos de la cocina son las ensaladas, sobre todo cuando se trata de aquellas que no requieren una cocción previa de alimentos. Por todos esos motivos, la ensalada Waldorf resulta una excelente alternativa para escapar de todos esas trabas y deleitar a nuestros comensales con una opción rica y rápida.
Tenemos la certeza de que este plato apareció por primera vez en 1893 en el hotel Neoyorquino Waldorf, de ahí deriva su nombre. En el colectivo de la gastronomía se le otorga el crédito de esta receta al chef de ese hotel Oscar Tschirky aunque la autoría de sus creaciones aún está en el terreno de la incertidumbre. En 1896, este manjar apareció en su libro de cocina The cook book by Oscar of de Waldorf, lo que permite darle prestigio al suizo.
Pero además de esta receta, este cocinero reclama la creación de otros platos servidos en ese hotel como los Huevos a la benedictina.
Pero a diferencia del dilema de su origen, la elaboración de esta ensalada es muy concreta. Con una base de mayonesa, frutos secos, trocitos de manzana , apio, pimienta, repollo y un poco de lechuga podemos deleitarnos con este plato.
En línea con esto, hay quienes le colocan algunas pasas de uva o le incorporan diferentes variedades de quesos al aderezo."Nosotros en nuestro local elegimos incorporarle roquefort para agregarle un sabor extra", confiesa Laura, una camarera del restaurante Moka, ubicado en San Telmo. Como apreciamos, eso queda totalmente a gusto del comensal o del cocinero.
Si somos verdaderos amantes de la gastronomía y disponemos de un poco de tiempo, algo que no abunda en la actualidad, podemos preparar nosotros mismos el aderezo con un mixer o una licuadora. Si por el contrario no disponemos de ese diamante en bruto o no tenemos tan incorporado el hábito de cocinar podemos utilizar una mayonesa comprada.
Ahora sólo nos queda salir a comprar los ingredientes y ponernos en campaña para elaborar esta sabrosa ensalada. Practiquemos para no fallar en el verano. Ningún comensal se nos va a poder resistir.
Una de las mejores opciones para escapar despavoridamente de los fuegos de la cocina son las ensaladas, sobre todo cuando se trata de aquellas que no requieren una cocción previa de alimentos. Por todos esos motivos, la ensalada Waldorf resulta una excelente alternativa para escapar de todos esas trabas y deleitar a nuestros comensales con una opción rica y rápida.
Tenemos la certeza de que este plato apareció por primera vez en 1893 en el hotel Neoyorquino Waldorf, de ahí deriva su nombre. En el colectivo de la gastronomía se le otorga el crédito de esta receta al chef de ese hotel Oscar Tschirky aunque la autoría de sus creaciones aún está en el terreno de la incertidumbre. En 1896, este manjar apareció en su libro de cocina The cook book by Oscar of de Waldorf, lo que permite darle prestigio al suizo.
Pero además de esta receta, este cocinero reclama la creación de otros platos servidos en ese hotel como los Huevos a la benedictina.
Pero a diferencia del dilema de su origen, la elaboración de esta ensalada es muy concreta. Con una base de mayonesa, frutos secos, trocitos de manzana , apio, pimienta, repollo y un poco de lechuga podemos deleitarnos con este plato.
En línea con esto, hay quienes le colocan algunas pasas de uva o le incorporan diferentes variedades de quesos al aderezo."Nosotros en nuestro local elegimos incorporarle roquefort para agregarle un sabor extra", confiesa Laura, una camarera del restaurante Moka, ubicado en San Telmo. Como apreciamos, eso queda totalmente a gusto del comensal o del cocinero.
Si somos verdaderos amantes de la gastronomía y disponemos de un poco de tiempo, algo que no abunda en la actualidad, podemos preparar nosotros mismos el aderezo con un mixer o una licuadora. Si por el contrario no disponemos de ese diamante en bruto o no tenemos tan incorporado el hábito de cocinar podemos utilizar una mayonesa comprada.
Ahora sólo nos queda salir a comprar los ingredientes y ponernos en campaña para elaborar esta sabrosa ensalada. Practiquemos para no fallar en el verano. Ningún comensal se nos va a poder resistir.
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miércoles, 5 de octubre de 2011
Simple y natural
Eran tiempos difíciles. La preocupación era ineludible. Los boliches y la diversión eran cosas superficiales para su vida. Tenía su cabeza ocupada en su recuperación, su familia y la gastronomía, su gran pasión. A los 17 años, Juliana López May entraba y salía de los hospitales donde la quimioterapia resultaba la solución para curarse de una enfermedad. Pero la cocina era su principal fuente de energía y vitalidad. Durante todo el año que duró su tratamiento, ese espacio de la casa funcionó como un templo sagrado donde entre recetas y ollas pasaba gran parte de su tiempo. En esos momentos ya elegía recetas simples que requirieran poca elaboración.
Esa fue la primera prueba piloto. En realidad, Juliana transitó gran parte de su vida en la cocina.En ese lugar tan especial de su casa había mucha vida social y continua actividad. En tiempos en que todavía vivía junto a sus tres hermanos, su madre Leonor hacía tortas alemanas para vender mientras sus hijos la miraban sentados desde algún rincón. Además, siempre que se pudiera, la morocha aprovechaba para tirarse harina con su hermano Máximo, con el que comparte la profesión de chef y tuvo la oportunidad de trabajar en la señal El Gourmet.
Cuando iba a visitar a su padre probaba los asados más ricos de su vida o se deleitaba con sus pizzas o manjares de la cocina árabe.
Nunca tuvo dudas sobre pasión. Cuando finalizó el secundario en una escuela de Buenos Aires, ya sabía que quería estudiar algo relacionado con la alimentación, razón por la que se anotó en la carrera de Nutrición. Poco tiempo le llevó darse cuenta que definitivamente su lugar estaba en la cocina y desde ese momento comenzó a tomar clases de gastronomía. Fue allí donde desarrolló su estilo simple y mediterráneo optando siempre por priorizar los productos de estación.
Los obstáculos comenzaron a cruzarse también en su formación. Mientras realizaba una pasantía en un restaurante, uno de sus docentes se burló diciéndole: "¿Te llamás Juliana?¿Tu hermano se lama Brunoise entonces?". Eso sumado a otros malos tratos hicieron que sufriera gran parte de su estadía en ese lugar y muchas veces llegara a su casa con lágrimas en sus ojos, masticando bronca y amenazando con no volver a ese lugar.Pero eso no fue impedimento para continuar su preparación hasta que pudo conocer a Francis Mallmann, quien se encandiló con su simpatía y su talento y la llevó a trabajar como asistente a EE.UU, Europa y América Latina. Allí comenzó un período de aprendizaje y de viajes. “Los primeros diez años de profesión fueron los que más me llenaron. Absorbía lo que me enseñaban como si fuera una esponja. Tenía una pasión por lo que hacía que nunca se llenaba, siempre quería más y más”, contó en una entrevista para la revista Paratí.
Su vida no era nada monótona precisamente porque a ella se preocupaba porque que así no lo fuera. Con más experiencia, conocimientos y viajes encima, Juliana decidió independizarse porque no quería que su vida consistiera solamente en vivir en los restaurantes. En ese tiempo conoció a las hermanas Jessie y Jackie Leckerman, y juntas abrieron C.O.C.I.N.A, un taller de gastronomía donde además cocinan comida orgánica. "Al conocerlas empecé a darme cuenta de que la cocina de cualquier parte del mundo puede ser saludable. Se trata de elegir un pollo orgánico en vez de uno lleno de hormonas”, declaró.
Ahora, con su restaurante propio en Tigre, una huerta propia, su primer libro y un programa de nutrición en la señal El Gourmet, Juliana deleita a su marido y sus dos hijos con pastas, productos de estación, sandwiches livianos y ensaladas mientras escucha música cantada por mujeres.
La Chef que no aparece en Wikipedia ni en las tapas de las principales revistas es un icono de la cocina saludable, siempre fiel a su estilo descontracturado, simple y natural.
Esa fue la primera prueba piloto. En realidad, Juliana transitó gran parte de su vida en la cocina.En ese lugar tan especial de su casa había mucha vida social y continua actividad. En tiempos en que todavía vivía junto a sus tres hermanos, su madre Leonor hacía tortas alemanas para vender mientras sus hijos la miraban sentados desde algún rincón. Además, siempre que se pudiera, la morocha aprovechaba para tirarse harina con su hermano Máximo, con el que comparte la profesión de chef y tuvo la oportunidad de trabajar en la señal El Gourmet.
Cuando iba a visitar a su padre probaba los asados más ricos de su vida o se deleitaba con sus pizzas o manjares de la cocina árabe.
Nunca tuvo dudas sobre pasión. Cuando finalizó el secundario en una escuela de Buenos Aires, ya sabía que quería estudiar algo relacionado con la alimentación, razón por la que se anotó en la carrera de Nutrición. Poco tiempo le llevó darse cuenta que definitivamente su lugar estaba en la cocina y desde ese momento comenzó a tomar clases de gastronomía. Fue allí donde desarrolló su estilo simple y mediterráneo optando siempre por priorizar los productos de estación.
Los obstáculos comenzaron a cruzarse también en su formación. Mientras realizaba una pasantía en un restaurante, uno de sus docentes se burló diciéndole: "¿Te llamás Juliana?¿Tu hermano se lama Brunoise entonces?". Eso sumado a otros malos tratos hicieron que sufriera gran parte de su estadía en ese lugar y muchas veces llegara a su casa con lágrimas en sus ojos, masticando bronca y amenazando con no volver a ese lugar.Pero eso no fue impedimento para continuar su preparación hasta que pudo conocer a Francis Mallmann, quien se encandiló con su simpatía y su talento y la llevó a trabajar como asistente a EE.UU, Europa y América Latina. Allí comenzó un período de aprendizaje y de viajes. “Los primeros diez años de profesión fueron los que más me llenaron. Absorbía lo que me enseñaban como si fuera una esponja. Tenía una pasión por lo que hacía que nunca se llenaba, siempre quería más y más”, contó en una entrevista para la revista Paratí.
Su vida no era nada monótona precisamente porque a ella se preocupaba porque que así no lo fuera. Con más experiencia, conocimientos y viajes encima, Juliana decidió independizarse porque no quería que su vida consistiera solamente en vivir en los restaurantes. En ese tiempo conoció a las hermanas Jessie y Jackie Leckerman, y juntas abrieron C.O.C.I.N.A, un taller de gastronomía donde además cocinan comida orgánica. "Al conocerlas empecé a darme cuenta de que la cocina de cualquier parte del mundo puede ser saludable. Se trata de elegir un pollo orgánico en vez de uno lleno de hormonas”, declaró.
Ahora, con su restaurante propio en Tigre, una huerta propia, su primer libro y un programa de nutrición en la señal El Gourmet, Juliana deleita a su marido y sus dos hijos con pastas, productos de estación, sandwiches livianos y ensaladas mientras escucha música cantada por mujeres.
La Chef que no aparece en Wikipedia ni en las tapas de las principales revistas es un icono de la cocina saludable, siempre fiel a su estilo descontracturado, simple y natural.
domingo, 2 de octubre de 2011
La tercera de Plato Hondo
Para muchos, los días de lluvia significan melancolía o nostalgia. Por el contrario, algunos otros tomamos una postura más activadora y creemos en que no hay mejor plan que ponerse a cocinar tortas fritas mientras apreciamos las gotitas que caen sobre nuestra ventana o escuchamos el ruido que provocan los truenos.
Además de asociarlo indefectiblemente con la lluvia, este plato demostró ser un compañero inseparable del mate. Resultan una excusa perfecta para reunirse en familia: mientras las anécdotas fluyen podemos ver como estos exquisitos bocaditos desaparecen progresivamente de nuestro plato de presentación.
Estos manjares tienen múltiples ventajas. Una de las principales es su fácil elaboración: con tan sólo harina, sal, agua, azúcar, levadura y un poco de aceite o grasa podemos disfrutar de estas tortitas en poco tiempo. Su masa es similar a la del pan común con un leudado más corto lo que facilita nuestra tarea y permite que cualquier persona se encuentre apta para elaborarlas. Como si esto fuera poco, contamos con la certeza de que van a ser un éxito para cualquier oportunidad ya que resulta difícil encontrar una persona que pueda resistirse a probar una.
Cuesta imaginarnos un lugar de nuestro país en el que no tengan ninguna referencia de este plato. Sin embargo, para sorpresa de muchos, las tortas fritas nacieron en cunas lejanas a Argentina.
Para encontrar sus raíces tenemos que retrotraernos muy atrás en el tiempo. Se puede afirmar que su origen es alemán pero los encargados de transportar esta receta a América fueron los árabes y los españoles en la edad media.
Nuestro país recién pudo conocer el sabor de las tortas fritas en 1878, cuando los alemanes de Volga mostraron la herencia de sus ancestros y cocinaban estos manjares llamados Kreppel. Inmediatamente el plato fue un éxito y quedó instalado por toda la población argentina que lo adoptó como un elemento tradicional de su cultura.
El nombre que se mantiene en la actualidad es una adaptación a la denominación con las que se las identificaba en Europa Central. Fueron ellos los encargados de traducir el vocablo al español como masa frita.
Como todas las recetas, el paso del tiempo hace que se le agreguen algunos ingredientes como chocolate, dulce de leche u otros dulces. Pero de cualquier manera, la elaboración se mantiene inalterable al paso del tiempo, razón que legitima un verdadero clásico.
Aprendé a hacer unas exquisitas tortas fritas
Además de asociarlo indefectiblemente con la lluvia, este plato demostró ser un compañero inseparable del mate. Resultan una excusa perfecta para reunirse en familia: mientras las anécdotas fluyen podemos ver como estos exquisitos bocaditos desaparecen progresivamente de nuestro plato de presentación.
Estos manjares tienen múltiples ventajas. Una de las principales es su fácil elaboración: con tan sólo harina, sal, agua, azúcar, levadura y un poco de aceite o grasa podemos disfrutar de estas tortitas en poco tiempo. Su masa es similar a la del pan común con un leudado más corto lo que facilita nuestra tarea y permite que cualquier persona se encuentre apta para elaborarlas. Como si esto fuera poco, contamos con la certeza de que van a ser un éxito para cualquier oportunidad ya que resulta difícil encontrar una persona que pueda resistirse a probar una.
Cuesta imaginarnos un lugar de nuestro país en el que no tengan ninguna referencia de este plato. Sin embargo, para sorpresa de muchos, las tortas fritas nacieron en cunas lejanas a Argentina.
Para encontrar sus raíces tenemos que retrotraernos muy atrás en el tiempo. Se puede afirmar que su origen es alemán pero los encargados de transportar esta receta a América fueron los árabes y los españoles en la edad media.
Nuestro país recién pudo conocer el sabor de las tortas fritas en 1878, cuando los alemanes de Volga mostraron la herencia de sus ancestros y cocinaban estos manjares llamados Kreppel. Inmediatamente el plato fue un éxito y quedó instalado por toda la población argentina que lo adoptó como un elemento tradicional de su cultura.
El nombre que se mantiene en la actualidad es una adaptación a la denominación con las que se las identificaba en Europa Central. Fueron ellos los encargados de traducir el vocablo al español como masa frita.
Como todas las recetas, el paso del tiempo hace que se le agreguen algunos ingredientes como chocolate, dulce de leche u otros dulces. Pero de cualquier manera, la elaboración se mantiene inalterable al paso del tiempo, razón que legitima un verdadero clásico.
Aprendé a hacer unas exquisitas tortas fritas
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