Aquella sonrisa no era verdadera. Su cara se desdibujó abruptamente. Parecía un actor multifacético capaz de cambiar su expresión acorde a la situación.
Evidentemente, no era su día. Manuel regresó a la cocina de San Miguel, el restaurante más tradicional de Barracas, con furia, indignado. De repente, un plato impactó sobre la mesada llamando la atención de todos los empleados que estaban en el lugar. El cocinero miró al mozo sorprendido, sin entender demasiado lo que pasaba. Sin embargo le dijo: "Manuel, acá siempre manda el comensal, cambiá la cara". Pero era inevitable.
Aún podía ver la sonrisa irónica de aquella mujer. Parecía que sus oídos todavía escuchaban las palabras de la señora: "A este pollo le falta cocción y esta frió, ¿Le parece que yo puedo comer esto? ¿Es un chiste de mal gusto?". La señora estaba sola, sin acompañante pero las personas cercanas a la mesa pudieron advertir el mal trato hacia el empleado. Seguramente, montones de insultos se cruzaron por la cabeza de Manuel, pero conservar el puesto de trabajo era lo más importante.
Y si, había que seguir. El mozo caminaba por las mesas tomando los distintos pedidos de los clientes sin anotar nada en su libreta negra. Su memoria le permitía retener sin inconvenientes los diez pedidos del restaurante que lleva 50 años en el barrio. Caminaba a lo largo de la gente con sus brazos repletos de platos. Hablaba amablemente, y cuando la ocasión lo ameritaba, hacía algún chiste para amenizar la cena y romper el hielo con los comensales. Pero cuando pasaba por delante de la señora que le había arruinado la noche, su sonrisa se desdibujaba nuevamente.
Podía sentir su mirada. Al pasar a su lado, Manuel dirigía la vista hacia el piso para esquivar aquellos ojos verdes que lo intimidaban. Al llegar a la cocina, el cocinero lo esperaba con el pollo al ajillo listo para servírselo a la señora de la discordia. Finalmente, el mozo le alcanzó el plato a la mujer que estaba sentada muy cerca de la cocina. La comensal lo miró fijamente y luego probó un bocado. Después de unos segundos lo volvió a mirar y le dijo: "Bueno, ahora podría decirse que está bien. De todas formas el vino que salsea el pollo no esta del todo evaporado y eso le quita sabor a la carne. Además, ¿Había necesidad de que me hicieran esperar tanto?"
Manuel tomó aire y respiró profundo. "Está bien señora, disculpe, para la próxima lo vamos a tener en cuenta", contestó el empleado con una sonrisa falsa. Después de todo, Manuel sabía que el cliente siempre tiene la razón.
Correcciones:
ResponderEliminarMuy bien la nota color. Aunque como hablamos en clase esta muy cerca de ser una crónica de restaurant, justamente porque falta un hecho central. Si esto pasaba en la inauguración del lugar, por ejemplo, estaría dentro del género sin dudas. Es lo que hablamos en clase.
Muy bien el trabajo de todos modos.
Una duda, ¿cómo sabes que tiene una libreta negra si no la usa?
Releer siempre, hay errores.
Ojo con los temas de formato. Hay varios tipos de letra. Cuando pasa esto, copias todo al bloc de notas, borras el posteo (incluso haces uno nuevo) y pegás desde el bloc, así llega limpio el texto, sin formatos.